miércoles, 19 de octubre de 2011

Cartas sin destinatario


Me equivoqué muchas veces: pronuncié puñales que nunca quise lanzar contra quienes más amé, desconfié de las personas que me aceptaron tal y como soy, hice rebosar sus vasos de paciencia con gotas de orgullo, celos y qué se yo. Y lo siento, lo siento en el alma, en lo más hondo de mi ser. Hoy, en la cama de este hospital donde la única visita que recibo es la del señor arrepentimiento, sé que lastimé los brazos que me arropaban en invierno, los besos que llenaban mis primaveras, las risas que refrescaban mis veranos, la mirada que alejaba la melancolía del otoño. Todo eso forma parte de mi pasado, un recuerdo que extraño, que añoro, que echo de menos. Un rincón de mi mente me culpa constantemente, otro me reprocha las cosas que no hice o dije cuando aún quedaba tiempo. Tiempo. Veinticuatro horas al día que si no las aprovechas se esfuman para siempre, como una diadema que se desprende del cabello de alguna niña y se pierde en las inmensas aguas del océano. Supongo que ya es demasiado tarde para pedir perdón, dar las gracias o confesar un...

Te quiero

O no, y por eso esté escribiendo esta carta que espero que alguien, por curiosidad, lea y reaccione antes de que sea demasiado tarde.

No hay comentarios: